El consumo de tabaco y alcohol,
la dieta malsana y la inactividad física son los principales factores de riesgo
de cáncer en todo el mundo. Más del 30% de las defunciones por cáncer podrían
evitarse modificando o evitando los principales factores de riesgo. Fuente: www.un.org
Si bien es cierto que es poco
profesional hablar de una “dieta anticáncer” un buen número de publicaciones
científicas de las más prestigiosas universidades del mundo, reconocen que con
tan sólo controlar la alimentación (sin descuidar otros factores de riesgo) es
posible reducir la incidencia de la enfermedad en una buena parte de la
población.
La obesidad genera desórdenes
metabólicos que alteran el normal funcionamiento de algunas hormonas que
participan en el desarrollo de algunos tipos de cáncer (estómago, esófago y
mamas) por eso la alimentación es clave. En tal sentido, controlar el consumo
de grasas saturadas y de azúcares refinados pueden contribuir a mantener un
peso saludable y por ende reducir el riesgo de cáncer.
Un consumo adecuado de frutas y
vegetales contribuye a neutralizar los millones de radicales libres que se
generan constantemente en nuestro cuerpo, especialmente cuando estamos sometidos
a una situación estresante, frente a la falta de descanso y la exposición a los
agentes contaminantes del medioambiente. Cuando nuestra alimentación es pobre
en alimentos ricos en “antioxidantes” (frutas y vegetales) dejamos al azar un
número importante de radicales libres que comienzan a dividirse rápidamente
aumentando el riesgo de cáncer por mutaciones genéticas o por disminución de la
funcionalidad de algunas células.
El consumo de alimentos ricos en fibra ayuda a mejorar la motilidad intestinal, por lo que contribuye significativamente a prevenir el cáncer colorrectal. Asimismo, ya se ha comprobado que la fibra contenida en cereales integrales y en las cáscaras de algunas frutas y vegetales reducen los niveles de estrógeno y de testosterona, ejerciendo un efecto protector sobre el cáncer de mamas. Adicionalmente los fitoquímicos contenidos en los vegetales y las leguminosas (granos) son compuestos protectores que extrapolan su poder a quien consume estos alimentos, generando una protección extra contra el cáncer.
Al reducir el consumo de carnes
rojas reducimos indirectamente el consumo de grasas saturadas, con lo cual se
previenes no sólo el cáncer sino también otras patologías cardiovasculares que
ponen en riesgo nuestra salud. En tal sentido se recomienda incluir más pescado
en el plan de alimentación, pues su contenido de ácidos grasos poliinsaturados
(especialmente omega 3) contribuye a la generación de unas hormonas llamadas
Eicosanoides, que regulan algunos procesos Bioquímicos de nuestro cuerpo.
Cuando se trata de lácteos, la
recomendación es simple: reducir el consumo de leche entera y dar paso a las
versiones descremadas incluyendo los derivados como queso y yogurt.
En síntesis, al hablar de
alimentación como medida preventiva contra el cáncer me refiero a adoptar
hábitos saludables de alimentación en el cual se incorporen frutas y vegetales
en abundancia, se incluyan alimentos ricos en fibra como cereales integrales y
granos, se disminuya en consumo de carnes rojas y se aumente el consumo de
pescados y se limite la ingesta de grasas saturadas.
Las personas con cáncer tienen
requerimientos nutricionales particulares y que difieren de las personas sanas,
pues su cuerpo es sometido a un tratamiento que busca destruir las células
cancerosas, pero en el camino debilita las sanas. Es por ellos que durante el
tratamiento con cirugía, quimioterapia y/o radioterapia algunas personas
experimentas problemas para comer como de costumbre y su plan de alimentación
debe ajustarse en función de los cambios. Aquí es muy importante que no sólo el
paciente, sino también la familia y en especial los cuidadores, puedan estar en
contacto con un nutricionista especializado que le brinde la asesoría necesaria
para manejar estos problemas.
Algunos podrían experimentar
falta de apetito, cambios en la percepción de sabor y olor de los alimentos,
otros pueden manifestar intolerancias transitorias a ciertos alimentos y otros
pueden sufrir de estreñimiento y/o diarreas. Esta falta de apetito y las
nauseas pueden ser un problema que se agudiza con el estrés y el estado
emocional de la persona durante el tratamiento, por lo que si usted siente
estos síntomas debe conversarlo de inmediato con su médico tratante.
Durante el período que dure su
tratamiento, sea amable y permisivo, algunas personas sienten más apetito
durante las mañanas, por lo que sugiero hacer una comida más fuerte a esa hora.
Si hacia el mediodía o después del tratamiento tiene poco apetito, no se
angustie, manténgase hidratado. Haga entre 5 y 6 comidas pequeñas y como lo que
le caiga mejor, aún cuando debemos garantizar un balance de macronutrientes, lo
importante será lo que sume al final del día para mantenerlo con energías.
No se preocupe si algunos días
no le provoca comer, si no le provoca dedique su tiempo a actividades que le
hagan sentir mejor (meditar, orar, leer, entre otras). Si esto se prolonga por
más de dos días consulte a su médico.
Evite las enfermedades transmitidas por alimentos! Quien tenga a cargo la preparación de los alimentos
de la persona en tratamiento contra el cáncer debe tener especial cuidado en la
prevención a través de un exhaustivo lavado de los alimentos, evitar la
contaminación cruzada durante la elaboración de los platos, lavar muy bien cuchillos y tablas de trabajo, cocinar completamente los alimentos, evitar
pescados y mariscos crudos, evitar los buffet o “self service” y asegurarse que
todos los lácteos sean pasteurizados. De igual forma, durante el almacenamiento
evite que los alimentos estén más de dos horas a temperatura ambiente y
descongele las carnes en la nevera.
Otro tema de mucho valor durante
el tratamiento es la mezcla de tratamientos naturales con la
quimio/radioterapia. Muchas hierbas y suplementos naturales pueden interferir
en el tratamiento disminuyendo su acción y generando reacciones indeseadas.
Antes de ingerir alguún suplemento o tratamiento a base de productos naturales,
consulte con su médico tratante, él es el más indicado para orientarlo.
Tenga a mano algunas meriendas
que le proporciones calorías en pequeñas porciones (los frutos secos y las
cremas a base de ellos son ideales) eso le dará la energía que necesita sin
saturarlo.
Si a causa del tratamiento,
comienza a tener la boca seca o aparecen algunas úlceras bucales que le
dificultan comer, elija alimentos fáciles de masticar, cocinándolos hasta que
estén más suaves y coma trozos más pequeños. Tome agua cada vez que pueda y
mantenga los labios hidratados para evitar molestias. Evite comidas muy
condimentadas, ácidas o muy duras (como los vegetales crudos).
Muchos de los malestares
culminan con el tratamiento. Los problemas para comer, la pérdida de peso, las
náuseas y las dificultades para ir regularmente al baño mejoran un tiempo
después. Si por causa del tratamiento la persona fue sometida a una extirpación
parcial del estómago o del intestino, deberá adaptarse a una nueva forma de
comer.
El plan de alimentación después
del tratamiento dependerá de los cambios originados a causa de este, no
obstante lo más importante es que garantice una alimentación sana que le
permita ganar fuerza poco a poco y recuperar su vida en la medida de sus
posibilidades. Su vida ha dado un cambio de 180 grados y a pesar de todo tiene
una nueva oportunidad, así que celebremos la vida honrando nuestro cuerpo.
Bendiciones.
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