Cada 17 de mayo se conmemora a
nivel mundial el Día de la Hipertensión Arterial el mayor contribuyente a la
carga mundial de morbilidad (CMM) y la mortalidad global, según datos de 2010
del Instituto para la Métrica y Evaluación Sanitaria. El “Asesino silencioso”
como se le conoce, se estima que contribuye a 9,4 millones de muertes cada año
en todo el mundo, muertes que pudieron ser evitadas con tan sólo SALir de la
rutina y ajustar los hábitos de alimentación.
Desde el punto de vista culinario,
la sal tiene muchas propiedades deseables. Añadir sal mejora las propiedades
sensoriales de prácticamente todos los alimentos que consumen los seres
humanos. Hay muchas razones para añadir sal a los alimentos, sin embargo, la razón principal
es que en muchos casos, la sal añadida mejora los atributos sensoriales (positivos)
de los alimentos, incluso a algunos alimentos que de otra manera resultarían
desagradables, les brinda la posibilidad de mejorar su "sabor”.
Muchos han sido los esfuerzos
por invitar a la población a reducir su ingesta de sal a lo largo del tiempo, en
especial luego de confirmar la inminente responsabilidad del sodio en el
desarrollo de patologías como la hipertensión arterial. Lamentablemente, estos
esfuerzos han tenido poco éxito y aún en el siglo XXI se considera el elevado
consumo de sal común como el mayor responsable del desarrollo de hipertensión
arterial en el mundo, y dado que su ingesta se produce desde muy temprana edad,
los casos de hipertensión infantil son un tema de preocupación para buena parte
de los profesionales de la salud.
Considero de manera muy personal
que para lograr un cambio en el patrón de consumo de sal, necesitamos entender los
efectos de la sal en la alimentación y la percepción del sabor, en pocas
palabras: necesitamos entender por qué a la gente le gustan más los alimentos
luego de agregarle sal.
Algunos autores han dedicado sus
investigaciones a entender cómo la sal es detectada por los receptores
sensoriales y esto con toda certeza puede ayudar a una reducción general de la
ingesta de cloruro de sodio en los alimentos o al menos al desarrollo de
sustitutos de la sal o potenciadores del sabor, que podrían contribuir a
minimizar el impacto en la salud de la población.
Hay dos condiciones en las
cuales los animales, incluidos los humanos, optan por consumir sal. La primera,
que ha sido ampliamente estudiada en animales, se produce cuando existe una
verdadera necesidad de sodio, tales como la experimentada por muchos animales
que comen plantas y que viven en entornos de bajo contenido de sodio. Esto se
llama necesidad sal. Morris y su equipo
de colaboradores ha documentado que una serie de hormonas así como el
sistema nervioso central se ven realmente comprometidos cuando hay una
deficiencia en sodio, lo que motiva a la búsqueda de sales de sodio y de ese
modo a restaurar el equilibrio de minerales y electrolitos.
La segunda condición responsable
de la ingesta de sal se produce en muchas especies, incluyendo los seres
humanos, incluso cuando no hay necesidad aparente de la sal, es decir, cuando
el sodio en el sistema es suficiente para todas las necesidades corporales.
Esto se ha denominado preferencia sal.
Los seres humanos generalmente
consumen mucha más sal de la que es realmente necesario y continúan disfrutando
de los alimentos salados, incluso cuando se satisfacen las necesidades
fisiológicas. Así pues, parece que entre los humanos la preferencia de sal en
lugar de ser una verdadera necesidad fisiológica se hace por placer, aún cuando
este comportamiento aún se mantiene sin una explicación coherente.
Varios autores a lo largo del
tiempo han argumentado que la preferencia por la sal más allá de las
necesidades fisiológicas se debe casi exclusivamente al aprendizaje, especialmente
el aprendizaje temprano, no obstante, el consumo de sal más allá de la necesidad
debe proporcionar necesariamente algún tipo de recompensa agradable, por lo que
además de la influencia de los adultos en los hábitos del niño, es la
exposición en si misma la que detona el deseo de consumirlo.
En un estudio realizado se
informó de que los niños que habían sido asignados al azar a una dieta baja o
normal de sodio durante los primeros 6 meses de vida mostraron diferencias en
la presión arterial después de 15 años de seguimiento. El grupo que recibió la
dieta baja en sodio, presentó niveles de presión arterial significativamente
más bajos que el grupo control. Por lo que parece consistente el hecho que a
menor exposición en los primeros meses de vida, mayor será el impacto en los
niveles de tensión arterial.
Por otro lado, los informes
anecdóticos sugieren que cuando la gente asume que una dieta baja en sodio,
llegarán gradualmente a apreciar el “sabor” menos intenso y se acostumbrará a
la misma.
La evidencia experimental,
aunque es limitada, es compatible con estas anécdotas y sugiere que la
preferencia por la sal es un rasgo maleable. Estos estudios revelan que cuando
las personas se comprometen con una dieta baja en sodio, la respuesta inmediata
es que no les gusta, sin embargo, eventualmente entrenan su paladar, y de
hecho, luego de un tiempo los alimentos que contienen la cantidad “normal” de
sal pueden ser percibido como demasiado salados. Personalmente he podido experimentar
esa sensación luego de una decisión personal (hace más de 15 años) de reducir
mi ingesta de sodio a manera preventiva y en virtud de la genética que me
antecede.
Como en casi todos los casos, se
trata de elecciones y de decisiones muy personales. La mesa entonces está
servida y sólo usted decide cómo SALirse de la rutina a partir de ahora. Hasta
la próxima!
No hay comentarios
Publicar un comentario
Tu participación nos permite mejorar los contenidos que publicamos, gracias por compartir tus comentarios con nosotros.