Recientemente, la prestigiosa
publicación OpenHeart compartió los resultados de un interesante trabajo de
investigación, liderado por el Dr. James J DiNicolantonio del Saint Luke's Mid
America Heart Institute en Missouri, USA. Esta publicación titulada “The wrong
white crystals: not salt but sugar as aetiological in hypertension and
cardiometabolic disease” presentó una interesante paradoja para la salud
pública del mundo entero.
Es tiempo que las organizaciones y comités a nivel internacional
desvíen la atención de la sal y centren su atención en un aditivo alimentario
dulcemente peligroso: el azúcar.
Prácticamente todas las
estrategias en materia de prevención de la hipertensión, han centrado su
atención en la reducción del consumo de sal, no obstante, los beneficios
potenciales de dichas estrategias son discutibles. En contraste, un hecho sobre
el que hay poco debate es que las fuentes predominantes de sodio en la dieta de
la mayoría de los pacientes, son los alimentos procesados industrialmente y
paradójicamente, estos alimentos
también resultan tener altas concentraciones en azúcar añadida y su consumo
podría ser más fuerte y directamente asociado con la hipertensión y el riesgo
cardiometabólico.
La evidencia científica sugiere
que los azúcares añadidos, sobre todo la fructosa, pueden aumentar la presión
arterial, la frecuencia cardiaca y la demanda de oxígeno del miocardio,
contribuyendo a la inflamación, resistencia a la insulina y la disfunción
metabólica.
Las estrategias para reducir la
ingesta de sodio en la dieta se han enfocado en reducir el consumo de alimentos
procesados: fuentes predominantes de sodio en la dieta. Sin embargo, la ingesta
media de sodio en las poblaciones occidentales (de aproximadamente 3,5-4 g/día)
ha permanecido prácticamente invariable durante las últimas cinco décadas, pese
a los esfuerzos de gobiernos e instituciones. Al parecer, un efecto secundario
de estas estrategias y que no se consideró inicialmente fue el desarrollo de un
mecanismo compensatorio para equilibrar la falta de sodio a través de la
ingesta de productos reducidos en sodio pero ricos en otros ingredientes no
controlados como azúcares y almidones.
Ya en 2008 un grupo de
investigación en el Reino Unido publicó en Hypertension “reducir la cantidad de sal que consumen
los niños podría evitar la obesidad, ya que así tomarían menos refrescos”.
Dos nuevos estudios se
suman a este argumento. El primero,
publicado en enero de 2013 en Pediatrics, evaluó la dieta de 4.283 niños
de entre 2 y 16 años y se concluyó que la ingesta de sal predice el consumo de
bebidas azucaradas, que a su vez se relaciona con el riesgo de obesidad. El segundo
estudio publicado en la revista American Journal of Clinical Nutrition en 2013 Del análisis de la dieta de
6.400 niños de entre 2 y 18 años se desprende, de nuevo, que el consumo de
sodio se asocia a una alta ingesta de bebidas azucaradas.
¿Sal vs. Azúcar? Una batalla estéril
Coincidencialmente, los
alimentos procesados resultan ser las principales fuentes de sodio, pero también
de carbohidratos altamente refinados. La sacarosa o azúcar de mesa es un
ingrediente común en los alimentos procesados, pero no es tan común como otro
edulcorante que pasa desapercibido cuando leemos las etiquetas: jarabe de maíz
alto en fructosa (HFCS). Mientras que la sacarosa es a partes iguales de
fructosa y glucosa, el HFCS a tiene más fructosa (55%) que glucosa (45%) y es
el edulcorante más utilizado en los alimentos procesados, sobre todo en las
bebidas de frutas y refrescos.
En una revisión sistemática de
12 estudios que abarcó más de 400 000 participantes, los autores concluyen que
es la frutosa (más que la glucosa) la responsable de un significativo
incremento de la presión arterial “mediante el aumento del gasto cardíaco sin
una vasodilatación periférica compensatoria; mientras que tanto la glucosa y la
fructosa aumentaron la demanda de oxígeno del miocardio.”
Las dietas altas en azúcar
pueden contribuir sustancialmente a la aparición de enfermedades cardiometabólica.
Intentar explorar quién es el “malo” de la partida o cual de los dos es el peor,
es una batalla estéril en la que sea cual sea el menos malo, usted siempre tendrá
las de perder y particularmente los niños tendrán que vivir o mejor dicho “mal
vivir” con las consecuencias de salud que esto produce. Recuerde que la mayoría
del sodio en la dieta no viene del salero ni la mayor cantidad de azúcar que
consume proviene de la azucarera; reducir el consumo de azúcares añadidos y
sodio al limitar los alimentos procesados, sería un buen lugar para empezar.
Tenga en cuenta que los azúcares
naturales en forma de alimentos integrales y frutas quedan completamente excluídos
de esta discusión. Hace 300 años las únicas fuentes de azúcar y sal eran
algunos pocos alimentos y en la medida en la que fueron siendo añadidos para conservar
y mejorar el sabor de los productos, se inició una pandemia de obesidad,
diabetes e hipertensión.
Que sea el sentido común y la moderación
la guía al momento de consumir los alimentos diariamente, esta es la única
manera de mantenernos alejados de enfermedades no transmisibles que impactan
negativamente nuestra salud. Aprenda a interpretar la información de las etiquetas de los productos que compra para su familia, elija las porciones adecuadas al requerimiento de cada uno de ellos...sé que hace unos 20 años esto no hacía falta, pero hace 20 años no existían la mitad de los productos que hoy puede comprar en el super, practiquemos la flexibilidad y ajustemos nuestro hábitos a las tendencias actuales. Hasta la próxima!!!
No hay comentarios
Publicar un comentario
Tu participación nos permite mejorar los contenidos que publicamos, gracias por compartir tus comentarios con nosotros.