Todos tenemos algún grato
recuerdo de nuestra experiencia con la cantina escolar… nuestra primera
transacción monetaria, la salvación cuando lo que llevamos en la lonchera no
nos gustaba, la primera invitación a comer… así lo pude constatar en mi más
reciente encuesta a través de las redes sociales, donde cada uno fue enumerando
aquellos “manjares” que permanecen imborrables en su memoria gustativa.
Sin embargo, para otros no
resultó tan grato, pues cuando en ella no tenían opciones para comer, la
cantina resultaba ser uno de esos sitios “prohibidos” a los que te dicen que no
puedes visitar…y qué pasa cuando le dices eso a un chico???
En todo caso, éste espacio que
parece insignificante, resulta para la mayoría una fuerte influencia en sus
hábitos de alimentación, pues si sumamos la etapa inicial, básica y
diversificada tenemos un número mágico: 14 años de visitas y acompañamiento.
No obstante, luego del
diagnóstico con alguna condición que amerite un régimen especial de alimentación,
muchos padres sufren el choque emocional que implica tener que mantener un
control absoluto sobre lo que come su hijo las 24 horas del día y cuando está
en el colegio, la angustia se incrementa, pues la tentación está a la orden del
día!
Y no crea que sólo estoy
hablando de alergias e intolerancias alimentarias, también estoy pensando en
esos casos donde el Pediatra le indica que debe hacer “dieta” para bajar de
peso o para regular los niveles de colesterol y glucosa en sangre, situaciones cada
vez más frecuentes en nuestras familias.
La cantina escolar, el comedor y
hasta la panadería que está en la esquina, dejan de ser una alternativa a la
hora de comer. Cuando están pequeños (y este rango es cada vez más corto)
podemos ayudarnos con la famosa Lonchera, pero a medida que van creciendo, el
tema les resulta vergonzoso y es cada vez más complejo de manejar. La
imposibilidad de vivir la experiencia de la “compra” en la cantina puede llegar
a ser frustrante para muchos y generar verdaderos dolores de cabeza para muchos
padres.
Entonces, no resulta más fácil
que esa cantina o comedor escolar ofrezca productos con mayor valor nutricional
y aptos para cualquier condición de salud? Yo creo que sí y tengo la firme
convicción que muchos de los que me están leyendo en este momento piensan
igual.
Muchos colegios ya han tomado
cartas en el asunto, hasta la fecha hemos visitado más de 50 instituciones y a
través de charlas y talleres vamos dejando huella…pero queremos hacer
más!! Otras iniciativas se van
sumando y hacen lo propio para mejorar las opciones en la cantina y el comedor,
pero esto sólo tendrá un efecto mayor si los padres y la comunidad
educativa se suman al llamado y se
convierten en líderes, asumiendo su corresponsabilidad en el asunto.
Una cantina “saludable” es
posible, sólo hace falta la “voluntad” para hacerlo. He sido testigo que hasta
los propietarios de estas, reconocen que no siempre sus opciones son las más
saludables y asisten a nuestros talleres buscando alternativas que se puedan
ajustarse a sus estructuras de costo. Entonces qué esperas? Habla con la
cantina de tu colegio, involucra a la comunidad de padres y si necesitas ayuda
profesional, cuenta conmigo! Hasta la próxima!!
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