Grasas y aceites forman
parte de un selecto grupo de alimentos necesarios para nuestra salud: Los
lípidos, fuente de ácidos grasos esenciales, que son indispensables para el
mantenimiento e integridad de las membranas celulares.
Lamentablemente, han
sido objeto de muchas interpretaciones erróneas, convirtiéndose en los chicos
“malos” de la alimentación. Paradójicamente son el vehículo del sabor así que en las próximas líneas haré una breve
descripción de cada una de ellas para que puedas elegir la más adecuada para
ti.
Algo que seguramente no sabías de los
lípidos es que son el medio para transportar vitaminas esenciales (A, D, E y K)
y su deficiencia ha sido asociada a la inadecuada disminución o eliminación de las grasas
de la dieta diaria.
La obesidad, las
enfermedades cardiovasculares, la diabetes tipo II, que ya comienza a aparecer
con más frecuencia en niños, numerosas enfermedades genéticas, así como las
enfermedades neurodegenerativas de la tercera edad son algunas de las
consecuencias del abuso, del consumo inadecuado y de la desinformación asociada
a la ingesta de diferentes tipos y cantidades de grasas y de aceites.
La siguiente imagen le
permitirá conocer el amplio abanico de opciones que tiene para elegir en
función de sus requerimientos. Tenga en cuenta que lo más recomendable es
disminuir los ácidos grasos saturados y aquellas fuentes de ácidos grasos
Trans.
Un hecho real y confirmado por los
especialistas nos indica que los ácidos grasos saturados elevan el nivel de
colesterol LDL en sangre, mientras que los ácidos grasos poliinsaturados lo
bajan y los ácidos grasos monoinsaturados (ácido oleico) no presentan efectos
estadísticamente significativos.
Modificando la
alimentación, especialmente incorporando ácidos grasos poliinsaturados es
posible reducir los niveles de colesterol y de LDL en sangre y así disminuye el
riesgo de Enfermedades Cardio Metabólicas.
El colesterol es una
molécula grasa necesaria para la vida que se encuentra en la sangre y las
células de los animales y las personas. La sangre es un medio acuoso, por lo
tanto, una grasa como el colesterol no puede circular libremente a través de
ella. Es por este motivo que el colesterol viaja “en carro” para desplazarse
por dentro del cuerpo. Los “carros” en realidad son lipoproteínas. En función
del tipo de lipoproteína distinguimos entre el colesterol “bueno” y el
colesterol “malo”.
El colesterol LDL (malo) se encuentra circulando por la
sangre a disposición de las células. El Colesterol
HDL (bueno) es el que viaja en dirección al hígado. Cuando llegue al
hígado será metabolizado (gastado, destruido). Por esta razón cuando más alto
esté el colesterol HDL mejor, ya que indica que el cuerpo está eliminando
colesterol de la sangre.
El problema de
tener el colesterol LDL elevado en sangre llega cuando hay mucho más de lo que
necesitan las células, entonces el colesterol tiene a acumularse en el interior
de las arterias.
Con todo esto en mente, vale la
pena preguntar: ¿Cómo estoy consumiendo las grasas y aceites? ¿Lo estoy
haciendo de la manera adecuada? ¿Cuál es el aceite más apropiado? Como la respuesta puede ser compleja, evaluemos
las formas más comunes de consumirlo y usted podrá sacar sus propias
conclusiones!
Cuando utilizamos el aceite para cocinar, debemos ser especialmente cuidadosos evitando ante todo que se “queme”
o que alcance su “punto de humo” pues a partir de ese momento, comienza a
descomponerse generando sustancias tóxicas que son nocivas para nuestro cuerpo. Si esto llegase a sucedes, vale la pena que sepa cuál es la mejor forma de deshacerse de este, minimizando su impacto en el medioambiental, aquí le comparto las mejores prácticas.
Dado que el principal uso del
aceite en la cocina es la fritura, donde funciona como medio transmisor de
calor y aporta sabor y textura a los alimentos, se requiere que el aceite sea
estable en las condiciones verdaderamente extremas esto es altas temperaturas y
humedad. En general, en la fritura el aceite debe mantenerse a una temperatura
máxima de 180 °C.
Tenga en cuenta que si fríe los
alimentos a una temperatura demasiado baja, éstos atraparán más grasa. El agua contenida en los
alimentos, aumenta la disociación de los ácidos grasos que se produce durante
el calentamiento, desmejorando la calidad del aceite, disminuyen su punto de
humo y alteran color y sabor.
En general,
la mayoría de sustancias provenientes de la degradación de
las grasas están asociadas con efectos cancerígenos,
por ejemplo, existen estudios biomédicos que relacionan ciertos aldehidos tóxicos generados con
diversos tipos de cáncer.
Otro uso frecuente de los
aceites en la cocina es como aderezo de ensaladas sólo o en forma de emulsiones, que
no es más que la mezcla
de aceite y alguna solución acuosa como vinagre, huevos salsa inglesa o de
soya.
Lo ideal es preparar el aderezo antes de usarlo, para evitar la oxidación
de las grasas que le confieren un sabor “rancio” al producto final.
Cuando se trata de grasas y aceites, recuerda que
son necesarias para muchas de las funciones vitales, sin embargo, un consumo
excesivo puede ser contraproducente y generar muchas enfermedades no
transmisibles, así que la próxima vez tómate tu tiempo, investiga y selecciona la más adecuada
para ti.
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