¿Se ha preguntado por qué en ciertas
ocasiones tiene a necesidad de comer compulsivamente? ¿Por qué a veces
le resulta tan difícil detenerse ante un plato repleto de comida? Pues sepa que
este comportamiento tiene dos motivos bien diferentes: en primer lugar, comemos
por instinto biológico, y en algunas ocasiones nos atracamos con comida en una
búsqueda por llenar un “vacío”
físico y/o emocional.
Todos somos, instintivamente, comedores
compulsivos. Está en nuestro diseño genético. Comer compulsivamente es una
conducta heredada de la evolución de nuestra especie. Desde nuestros orígenes
evolutivos hemos vivido millones de años como cazadores-recolectores en un
entorno extremadamente incierto en el que la posibilidad de alimentarse variaba
según la estación del año y el lugar donde se habitaba. Había que comerse todo
(cuando había) para conservar la vida. Morirse de hambre estaba a una temporada
de sequías de distancia.
Afortunadamente, la realidad actual es muy
distinta a la de aquellos hombre primitivos y hoy en día la disponibilidad y
acceso a los alimentos está garantizada para (casi) todos. No obstante, ese
instinto por comérselo todo, parece mantenerse
vigente, aún cuando hoy en día sabemos que eso, en lugar de beneficios, viene
cargado con un sin número de problemas que repercutirán tarde o temprano en
nuestra salud, así que por estos días los especialistas nos alertan acerca de
la moderación que debemos tener ante los manjares decembrinos y por sobretodo el
daño de esos famosos “atracones”
de un día.
Explorando en las razones por las que gran
parte de la gente se suma al maremagnum de los atracones, encontramos esa necesidad
de llenar el vacío en la que al mejor estilo de la infancia, “si nos portamos
bien, podemos comer a nuestro antojo todo lo que tengamos frente a nuestros
ojos” y a cuenta de que fueron preparados con “todo amor fraternal”, la
nostalgia nos invade y negarnos a comer todo lo que está en el plato sería casi
un pecado capital.
Ahora parace que vivimos para comer y no
comemos para vivir como lo hicieron nuestros antepasados. Ante esta disyuntiva se hace necesario un enfoque que integre su
cuerpo-mente-emociones, que implique tomar conciencia sobre cada uno de esos
niveles y que además tenga en cuenta la relación que guardan entre ellos.
El estrés que genera el desbalance
mente-cuerpo-emoción puede llevarle a comer compulsivamente sin una razón aparente, olvidando incluso sensaciones tan sencillas como el placer, a
la hora de comer. Si usted está consciente que eso le podría suceder y quiere
cambiarlo, lo invito a continuar esta lectura pues lo que sigue podría ser el
primer paso para sanar su relación con los alimentos y disfrutar del placer de
comerlos de manera responsable, garantizando el disfrute y minimizando los
malestares.
Lo primero que debo recordarle (pues
seguramente esto usted lo sabe) es que todos los bocados tienen más o menos el
mismo sabor. ¿Qué quiere decir esto? Que para disfrutar el gusto de su platillo
favorito, no hace falta servirse un plato repleto de comida. Entiendo que para
algunas personas el concepto de la abundancia pasa por la posibilidad de llenar
el plato, no obstante sepa que para algunos esto
puede ser motivo de estrés y que esta situación puede desencadenar una serie de
sensaciones que terminen con un atracón.
En segundo lugar, reste toda importancia a los comentarios de los demás, los Food Pushers pueden ser una verdadera molestia y la razón por la que dejamos de seguir nuestros instintos y sucumbir ante algo que simplemente no queremos. Aquí me
refiero específicamente a frases como “¿me vas a despreciar el postre?” “¿y eso
es todo lo que vas a comer?” y esas que usted seguramente ya conoce bien y que
en esos momentos le hacen flaquear y caer en la tentación en aras del amor y la
amistad.
Cuando esté sentado a la mesa y comience a
comer, identifique su sensación de hambre en ese momento y sea cual sea la
respuesta, haga contacto con su cuerpo y explore incluso la sensación de la
ropa sobre su piel, la fuerza del cinturón sobre su cintura o cualquier otras
sensación que le permita hacer contacto. Inicie el ritual de la
comida agradeciendo y comience a ingerir los alimentos prestando atención a
cómo los sabores inundan su boca y los aromas le transportan a ese estado pleno
de paz.
Mastique lentamente, permitiéndose disfrutar
de todos y cada uno de los sabores que pueda percibir. Preste atención a los
cambios de textura que puede experimentar en un solo bocado! Preste atención a
cómo se van desintegrando lentamente las fibras de la carne y como se deshacen
en la boca las verduras. Dese el gusto de saborear todo lo que se lleva a la
boca, disfrute del “aquí y ahora” porque este momento no se repetirá jamás.
Identifique cómo cambia su percepción del
sabor a medida que ese bocado permanece en su boca y al final de todo el
proceso…trague y dibuje una sorisa en su rostro. Repita este procedimiento y en
la medida que vayan pasando los bocados, disminuya la frecuencia entre un
bocado y otro hasta que experimente los primeros avisos de estar
complacidamente lleno. Manténgase en contacto con su estómago y reconozca la
ausencia de hambre. Cuando llegue a este punto, ponga su tenedor en el plato y
silenciosamente dígase:
"Estoy cómodamente llen@, voy a dejar de comer."
Como la cantidad de placer que recibe de cada
bocado es cada vez menor, precise ese momento en el que finalmente comer ya no
es agradable para usted. De hecho, comer más allá de un nivel cómodo de
plenitud se vuelve doloroso, tanto física como emocionalmente así que no deje
de estar atento a sus propias sensaciones.
Disfrutar de un buen plato de comida puede ser
y de hecho es, un momento de placer que vale la pena experimentar. Mientras más
lo practique, más fácil será para usted la capacidad de detenerse cuando su
cuerpo ya esté satisfecho y esos comportamiento compulsivos serán un asunto del
pasado. Regálese la oportunidad de experimentar la alegría de poder comer de un
modo saludable y que estas acciones repercutan en su salud. Hasta la próxima!
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