A
simple vista, puede parecer que cualquiera de los productos de los estantes del
supermercado “añade fibra” a la dieta o “reduce” la ingesta de grasas. Pero,
para tomar decisiones saludables y asertivas sobre los alimentos, es importante
entender que las afirmaciones contenidas en las etiquetas pueden ser una verdad
“a medias” y que como consumidores somos responsables de lo que comemos.
No
se trata de publicidad engañosa ni mucho menos (aunque algunos incurran en ese
delito), se trata de “interpretar” correctamente el mensaje del fabricante y
utilizar esa información a nuestro favor. Las etiquetas son parte del empaque
del producto, sin embargo, tienen una influencia tan grande en la decisión de
compra, que los fabricantes prestan mucha atención al mensaje que se deduce de
ellas. En la publicación “Aprendamos de las etiquetas” se revisaron las partes
de una etiqueta nutricional y qué tipo de información proporciona cada una de
esas partes que la conforman.
En
el espacio de hoy, quiero dedicar unos minutos al tema de la “interpretación”
de los mensajes que los fabricantes incorporan en las etiquetas de cada
producto.
La
FDA y sus normativas sirven de base para el desarrollo local de normas y
reglamentos. Nuestro país no es la excepción y el etiquetado de los productos
alimentarios se rige por la Norma Covenin 2952:2001 en cuyas referencias se
declara a la FDA como la primera fuente de consulta.
De
acuerdo con la norma Covenin parte 4.3, “Las declaraciones de salud deben estar
basadas en estudios que indiquen la profundidad y validez estadística de esos
estudios y su aplicación en el país”
Esto
quiere decir que mensajes como “Ayuda a reducir el colesterol”, deben
estar avalados por investigaciones que puedan ser revisadas por el consumidor. ¿Debemos
o no confiar en esos mensajes? Ese es otro tema, pues aún cuando un producto
declare ser “bajo en azúcar” no quiere decir que es la opción más saludable.
Por eso es importante leer las “letras pequeñas” de las etiquetas.
Las
afirmaciones sobre la salud que estén asociadas con el alimento etiquetado
deben limitarse a las declaraciones sobre la disminución
del riesgo de contraer una enfermedad y no pueden representar enunciados
sobre el diagnóstico, cura o tratamiento de una enfermedad.
Así,
un alimento que declare ser bajo en grasas, puede tener enunciados del tipo “el
consumo limitado de grasas contribuye a la disminución de los niveles de
colesterol” y para garantizar que ese producto es realmente bajo en grasas
debemos ir a la etiqueta y constatar que su contenido de grasas sea al mínimo 30%
menor al contenido en el producto original. Esto nos conduce a comparar entre
etiquetas de productos Light o tradicional y ese será un excelente ejercicio
para develar el misterio.
Ahora
bien, cuando un producto debe prescindir de 30% de su contenido graso, es
imprescindible añadir “algo” que permita mantener las características
organolépticas, imagine usted una margarina Light que a temperatura ambiente no
sea untuosa, la compraría?
Esos
“ingredientes mágicos” que le permiten al producto Light mantener las
características del producto original son a los que debemos prestar atención, pues
en la mayoría de los casos son gomas y sales que aumentan los niveles de azúcar
o de sodio, entonces en bajo en grasa pero rico en azúcar y/o sal, entonces? Hay
que estar atentos y evaluar todo para que juegue a nuestro favor.
La próxima
vez que vayas al super, tómate tu tiempo, lee y compara…tu familia lo agradecerá…hasta
la próxima!!
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