A pesar de los
innumerables avances en la tecnología para la conservación de los alimentos,
las enfermedades de origen alimentario siguen relacionadas con la muerte de
unos 2 millones de personas al año, en su mayoría niños. Este escenario sólo
parece indicar que las personas que cocinan en el hogar y en los
establecimientos de comida ignoran las reglas básicas de manipulación y
preparación de alimentos, que permitan evitar la propagación de agentes
patógenos, responsables de más de 200 enfermedades.
Los
mismos alimentos que consumimos para vivir, contienen un sin número de
bacterias responsables de su deterioro así como también de la transmisión de
enfermedades muy severas que han sido un problema para todas las sociedades
desde el inicio de la humanidad. El tipo, gravedad y los efectos de estas
enfermedades han cambiado a través de los siglos y siguen siendo diferentes en
las distintas regiones, países y comunidades.
Sin
embargo, hay algunos desafíos comunes a todos los países. Sólo una fracción de
las personas que se enferman a causa de los alimentos que han comido buscan
atención médica. Sólo una fracción de los casos son reconocidos por haber sido
causado por un alimento contaminado y sólo una fracción de los casos tratados
en consecuencia, informa a las autoridades de salud pública para su registro en
las estadísticas de enfermedades.
Ciertas
enfermedades crónicas, como el cáncer, insuficiencia renal o hepática, que
resultan del consumo sistemático de alimentos contaminados y la relación de
causalidad no se hace para cada caso.
Este
aparente desinterés, que sólo cambia como consecuencia de aquellos casos que
por su magnitud, se hacen más notorios a través de los medios, dando cuenta de
la falta de información de la población en general y al desconocimiento de las
potenciales consecuencias físicas, económicas y sociales. Las enfermedades de
transmisión alimentaria no son cíclicas, ni aparecen de manera repentina, están
“instaladas” en nuestras comunidades desde hace tanto tiempo, que nos resulta
complejo salir del ciclo. Para muchos, estar enfermos es lo “normal” y eso
dificulta la posibilidad de educar en prevención.
Las
personas en los países en desarrollo a menudo tienen dificultades para hacer
frente a las enfermedades transmitidas por los alimentos. Para muchos estas
enfermedades sólo perpetúan el ciclo de pobreza.
Los
síntomas de las enfermedades transmitidas por los alimentos varían desde
algunos muy leves como náuseas, vómitos y diarrea, hasta algunos muy debilitantes
y que ponen en peligro la vida (por ejemplo, insuficiencia renal y hepática,
trastornos cerebrales y neurológicos, parálisis y potencialmente cáncer), lo que
lleva a largos períodos de ausentismo laboral y escolar así como la muerte
prematura.
Las
enfermedades transmitidas por
alimentos (ETA) son numerosas, la mayoría de ellas son infecciones ocasionadas por bacterias (Salmonella, Campylobacter,
Escherichia coli O157:H7) virus y parásitos (Giardia lamblia). El
otro tipo de ETA son intoxicaciones causadas por toxinas producidas por
algunos microorganismos al crecer en un alimento, como es el caso de las
especies bacterianas Staphylococcus aureus y Clostridium botulinum.
Algunas
enfermedades de origen alimentario, conocidas desde hace muchos años,
han resurgido y se han hecho más comunes: Esto ha ocurrido, por
ejemplo, con la salmonelosis, enfermedad cuyos brotes han prevalecido durante décadas pero que, en los
últimos 25 años, se ha incrementado en muchos países debido a la presencia del
serotipo Salmonella enteritidis, que ha llegado a ser la cepa
predominante.
Desde
principios de los 90 han ido apareciendo cepas de Salmonella resistentes a una gama de antimicrobianos, y en la
actualidad representan un grave problema de salud pública.
De
acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, la salmonelosis es una de las
enfermedades de transmisión alimentaria más comunes y ampliamente extendidas, y
cada año provoca decenas de millones de casos en todo el mundo. La mayoría de
los casos de salmonelosis son leves, aunque, en ocasiones, la enfermedad puede
causar la muerte. La gravedad de la enfermedad depende de factores propios de
la persona enferma y de la cepa de Salmonella que haya ingerido con el
alimento.
La
salmonelosis está asociada con el consumo de alimentos de granja como aves
(pollo y gallina) y sus huevos, carne de res y cerdo, la leche y los
subproductos. Asimismo, son susceptibles todos los alimentos que estén en
contacto con los alimentos potencialmente contaminantes, especialmente si no
son sometidos a tratamiento térmico.
Los
síntomas de la enfermedad comienzan a manifestarse entre 6 y 72 horas
(generalmente 12 a 36 horas) después de la ingesta del alimento contaminado, y
la enfermedad dura entre 2 y 7 días. En la mayoría de los casos, los síntomas
son relativamente leves y los pacientes se recuperan sin tratamiento
específico. Sin embargo, en algunos casos, particularmente en niños pequeños y
en ancianos, la deshidratación causada por la enfermedad puede ser grave.
Si el microorganismo pasa desde el intestino
al torrente sanguíneo y llega a otras partes del cuerpo, puede ocasionar la
muerte si la persona afectada no es tratada rápidamente.
La
salmonelosis asociada
con el consumo de huevos es,
actualmente, un importante problema de salud pública en muchos países, ya que la especie S. enteritidis,
infecta los ovarios de gallinas aparentemente sanas, contaminando la
yema del huevo antes de que se forme la cáscara. Si estos huevos se consumen
crudos o poco cocidos, el microorganismo que portan podría ser causa de
enfermedad.
La
gran pregunta que nos hacemos luego de conocer estos datos es ¿Puedo estar a
salvo de contraer salmonelosis? Y la respuesta es: Por supuesto que si,
especialmente atendiendo las siguientes recomendaciones básicas de manipulación
de alimentos:
1.Cocine
completamente los alimentos, especialmente aquello que por su naturaleza, son
especialmente susceptibles.
2. Evite
el consumo pollo o huevos crudos o a medio cocinar.
3. Lave
muy bien sus manos y los utensilios que pudieron estar en contacto con el
alimento crudo antes, durante y después de manipular los alimentos y después de
ir al baño, con agua y jabón para evitar contaminación cruzada.
4. Evite
ingerir leche cruda, elija siempre leche pasteurizada o tratada por UHT.
5. Almacenar
los alimentos refrigerados a menos de 7 ºC para evitar la propagación de la
bacteria y mantenga los alimentos cocidos que se consumen calientes a una
temperatura superior a 60 ºC.
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