RE-Aprendiendo a comer

La vorágine de nuestros días nos mantiene en constante hiperactividad…vivimos en los tiempos del “apúrate” “dale rápido” “vamos tarde” y esto, según Carl Honoré autor del libro “Elogio de la lentitud” nos resta capacidad de gozo y nos roba la posibilidad de disfrutar de los placeres sencillos de la vida.



Actos cotidianos como la elección de los alimentos, su preparación e incluso el acto mismo de comerlos se han convertido en el “paso obligado” entre una actividad y otra, perdiendo poco a poco valor en nuestra cotidianidad, por lo que alimentarnos (con el añadido de nutrirnos) se ha convertido en literalmente una piedrita en el zapato… comemos "lo que hay", "lo que se consigue", "lo que sirven en el comedor"…sin considerar por un momento si eso es bueno o no para nuestro cuerpo y nuestra mente.

Olvidamos que antes que cualquier otro sentimiento o emoción, necesitamos comer para vivir!

Y por si esto fuera poco, nuestra calidad de vida (especialmente al llegar a la edad adulta) depende en gran medida de la calidad de la alimentación que hemos elegido para nutrir nuestros cuerpos, por lo que las decisiones de hoy tendrán impacto mañana.

Si al leer estas líneas ha despertado a esta cruda realidad, permíteme darte la bienvenida! El día a día y las carencias cada vez más evidentes nos mantienen en un estado catatónico del cual es cada vez más complicado salir…. Pero si es posible!.

Si desea retomar el camino y cambiar la manera poco coherente en la que está alimentándose en este momento, lo primero que tenemos que volver a aprender es el “arte de comer” que es una cuestión 50% mente 50% nutrición.

Tenemos que encontrar una manera de querer comer lo que es bueno para nosotros.

Nuestros gustos nos siguen a todas partes como una sombra, a veces amable y otras no tanto pero que definitivamente hablan de lo que somos aquí y ahora. Hacemos intentos cada vez más frecuentes para cambiar lo que comemos, pero casi ningún esfuerzo para cambiar cómo nos sentimos cuando comemos. Tratamos de comer más vegetales, pero no tratamos de hacernos disfrutar cuando comemos esos vegetales, ya que al parecer es imposible aprender a disfrutar nuevos sabores en alimentos que seguramente ha estado comiendo por años. Sin embargo, nada podría estar más lejos de la verdad.

Todos los alimentos que usted come regularmente son los que seguramente aprendió a comer cuando era pequeño, de la mano de sus adultos influenciadores (madres, padres, abuelas, tías, hermanos, etc). Como omnívoros, tenemos la necesidad de aprender (y es cuestión de supervivencia) a utilizar nuestros sentidos para averiguar lo que es comestible, dependiendo de lo que está disponible.

Los padres deben alimentar a sus bebés y con ello están formándole en cómo debe saber la comida. En el nivel más básico, tenemos que aprender a distinguir entre lo que es la comida y lo que es veneno. Tenemos que aprender a cómo satisfacer nuestra hambre y también cuándo dejar de comer. De todas las opciones disponibles, tenemos que averiguar qué alimentos son agradables y cuáles son repugnantes y a partir de estas preferencias, creamos nuestro propio patrón de alimentación… seguimos la influencia de nuestro entorno y nos dejamos guiar por los estímulos más cercanos.

Todo este proceso requiere tiempo… y tiempo parece ser lo que no tenemos…así que lo aceleramos todo…y dejamos a la elección de otro lo que vamos a llevarnos a la boca y lo que alimentará a nuestra familia. Alimentos con sabor a fresa que no contienen fresa pero sí bastante azúcar que definitivamente entrenará su paladar a sabores cada vez más intensos. Alimentos con sabor a queso que no contienen queso, pero si mucho Glutamato Monosódico que despierta todas las papilas gustativas y luego limita su capacidad para percibir sabores más simples.

Y así, damos por sentado que porque está en el anaquel es bueno para mi y bueno para mi familia y confío ciegamente en que eso garantiza una alimentación apropiada y el momento de comer se hace mucho más rápido… por aquello de salir de eso y continuar con lo “realmente” importante.

Una vez que reconocemos el simple hecho de que las preferencias alimentarias se aprenden, muchas de las formas en las que comemos actualmente comienzan a parecer un poco extrañas. Por ejemplo, considere los padres que hacen todo lo posible para "ocultar" los vegetales en las comidas de los niños… ¿Es que acaso el brócoli es realmente tan terrible que debe ser ocultado de las mentes de sus hijos? ¿Cómo espero entonces que aprenda a disfrutar de su sabor, si no se lo dejo a probar de manera consciente ni una sola vez?

Entiendo que la batalla campal por la comida puede ser agotadora…pero un momento…¿Por qué tiene que ser una batalla? ¿Acaso es por que no tenemos tiempo para dejarlo experimentar y desarrollar sus propios gustos? Creemos que estamos siendo más astutos cuando logramos incorporar de contrabando la remolacha en una torta. Pero dado que nuestros niños no son conscientes de que están consumiendo la remolacha, el resultado principal es afianzar su gusto por la torta y lo mismo pasa con los adultos, así que entramos en ese jueguito de “esconder” los vegetales y por eso no logramos aprender a disfrutarlos.

El camino es más simple de lo que parece, reaprendamos a disfrutar los sabores sencillos y nuestro paladar quedará entrenado para toda la vida.


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