Comienza
un nuevo año escolar bajo la bucólica mirada de los padres y representantes que
se debaten entre comprar los útiles o el uniforme… luego la lonchera y todo su
afán, así que los chamos tienen pocas oportunidades para estar contentos pues
el ambiente que circunda el acto es mas bien enrarecido.. Bienvenidos al año
escolar 2017-2018
Cada año escolar tiene
sus particularidades, no obstante desde hace varios años, un momento que
debería ser un espacio de contento y celebración, se ha convertido en un
rosario de calamidades y quejas, producto de una situación económica que golpea
con cada vez más fuerza el salario de la familia venezolana.
Desde padres que tuvieron
que cambiar a los niños de colegio por no poder pagar la matrícula, pasando por
aquellos casos más penosos que a falta de uniforme, comida o efectivo para
honrar el pasaje, decidieron no inscribir a sus hijos en la escuela, o porque
deben aportar al sostenimiento del hogar con los pocos ingresos que puede
generar en la calle con algún trabajo informal, dejando a su pasó un nivel de
ausentismo escolar inédito para la memoria colectiva.
Otra de las noticias que
sorprendió a este nuevo año escolar es la redistribución del plan de estudios
que implica en muchos casos doble turno en el aula. Esto conduce a una pregunta
casi obvia: ¿Dónde almorzarán esos estudiantes? ¿Podrán sobrevivir con la
cantina escolar? ¿Se reanudará el PAE o los padres también tendrán que
reinventarse con la lonchera?
No es que sea una novedad
que algunos chamos lleven su almuerzo al colegio, ya a muchos les corresponde
hacerlo desde los primeros niveles de la etapa básica pues deben pasar del
colegio a las tareas dirigidas o las actividades extracurriculares y en las
ciudades más grandes, donde el tráfico es poco amable, regresar a casa para
comer y volver a salir no es opción.
De quien no hemos hablado
hasta el momento ha sido de la siempre recordada (no se si con cariño o no)
cantina escolar, que para algunas familias, incluídos los que trabajan en ella,
es una solución para “resolver” el tema del almuerzo, pues algunos han
extendido sus servicios para ofrecer opciones para almorzar a un precio más que
amigable… al menos así lo fue al cierre (improvisado) del pasado año escolar.
Pero este año es
distinto, si a los padres y educadores les está resultando agridulce el
momento, no quiero pensar como será para quienes debe procurar un menu
aceptable a una tarifa amable para la comunidad educativa… pues de ello depende
el sustento de su propia familia. Quizás algunos nisiquiera abrirán sus
puertas, pues luego de hacer sus cálculos es posible que la cuenta “no les dé”
y prefieran entregar la concesión.
Puede ser que extrañemos
el menú clásico de tequeño o pastelito relleno con un juguito, pues los insumos
para procurar un servicio a la comunidad educativa puede que resulte un
territorio escabroso. Seguramente no ha tenido tiempo para pensar en ello, y le
entiendo, pero a ¿cuántos de los que llegaron a leer hasta aquí, se encontraron
con la cantina cerrada al iniciar el nuevo año escolar?
Con este escenario y
sabiendo que el lenguaje es capaz de crear realidades, me anclo a lo poco que
nos va quedando: la solidaridad. ¿Podrían ser las cantinas escolares los
espacios para motivar el regreso a las clases?
Sé que muchas escuelas en
las zonas populares han utilizado los comedores como garante de la asistencia a
clases. Si hay comida, el muchacho viene clases asegura Juan Maragall en sus
múltiples intervenciones en radio y medios digitales donde he podido escuchar
de sus resultados con esta experiencia. Además, un muchacho bien alimentado
rinde más en el aula, está de mejor animo para emprender el reto diario de
aprender y vencer el ciclo de la pobreza.
Por mi mente se aparecen
ideas que me gustaría dejar por aquí para que podamos discutirlas y explorar su
viabilidad, pues viendo la solidaridad que ha nacido a raíz de esta hambruna
bien disfrazada por algunas autoridades, queda la posibilidad de trasladar estas
iniciativas a los comedores y cantinas escolares, quizás no de forma gratuita,
o no para todos bajo ese esquema, pero si con la posibilidad de ofrecer un
plato de comida para retener a esos jovencitos y a sus maestros en el aula y
fomentar espacios de aprendizaje, en un esquema poco convencional pero que nos
permita alcanzar la meta y no perder la batalla.
¿Usted qué opina?
Escríbame a micocinasegura@gmail.com y déjeme saber si es
viable en su escuela trasladar la solidaridad al comedor o a la cantina escolar
y cómo podemos construir una opción sostenible en el tiempo. Le abrazo con
esperanza de mirar un rayito de luz que ilumine el nuevo año escolar.
Este artículo fue publicado por primera vez aquí: http://elestimulo.com/bienmesabe/la-cantina-escolar-transformarse-o-morir/
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