Cambiale el nombre al plato!

En respuesta a las crecientes tasas de malnutrición, especialmente por exceso (obesidad) buena parte de los fabricantes y proveedores de servicios de alimentación han centrado sus estrategias de marketing en promover las propiedades saludables de ciertos alimentos o ingredientes, llegando incluso a niveles casi absurdos en relación con los beneficios a la salud. Tenga en cuenta que comer una lechuga no le hará una persona más sana, pero seguramente la necesidad por estar saludable le hará creer eso y mucho más! 


Otras estrategias han centrado su atención en resaltar los beneficios de los alimentos que tradicionalmente conocemos como saludables, para alentar a la gente a elegir esas opciones sobre otras que suelen ser más atractivas. Irónicamente, esta estrategia parece ser eficaz, pero no lo es, ya que la gente clasifica a los alimentos más saludables como “menos sabrosos” y tanto usted como yo sabemos que el sabor es un gran motivador a la hora de comer. Lo sabemos desde que somos bebes, si “está rico” lo elegimos y si no lo está, lo dejamos en el plato. 

Los estudios en esta materia han revelado que cuando comparamos los niveles de las hormonas asociadas con el apetito después de consumir alimentos etiquetados como “saludables”, encontramos una mayor producción que cuando el mismo alimento es etiquetado como alimento de indulgencia… es decir que si la misma lechuga la etiquetamos con atributos como “rica y deliciosa” o “crunchi y crugiente” o cualquier adjetivo que nos evoque esos alimentos que ya están grabados en nuestra memoria como “sabrosos”, nos sentiremos más satisfechos al comer… Increíble ¿no es así?

Vale la pena preguntar ¿Cómo podemos llamar o rebautizar a los alimentos saludables para que sean tan atractivos como los alimentos clásicamente indulgentes? 

Esta inquietud llegó hasta la Universidad de Stanford donde se llevó a cabo un experimento liderado por el psicólogo Bradley Turnwald a lo largo de 46 días con 607 comensales de la cafetería universitaria, para poner a prueba si hay algún efecto en el comportamiento de los consumidores, cuando los vegetales (ícono de la comida saludable) eran etiquetados con nombres más atractivos, como los típicamente reservados para alimentos menos saludables.

Cada día, uno de los vegetales que se presentaron fue etiquetado al azar de una de cuatro maneras: restrictivo básico, sano, positivo sano o indulgente. 

Por ejemplo, para la descripción básica simplemente se le denominaba con el nombre común, por ejemplo, “zanahoria”; la restrictiva saludable las describía como "zanahorias con aderezo de cítricos sin azúcar"; como salud positiva, "esta es la elección inteligente de zanahorias con vitamina C" y la indulgente como "zanahorias retorcidas con cítricos glaseados".

No se hicieron cambios en la forma de preparación ni se cambió la manera en la que fueron presentadas y servidas. Cada día, los investigadores registraron discretamente el número de comensales que seleccionaban el vegetal y pesaban la cantidad del servicio elegido. 

Los resultados confirmaron que cuando se presentaban las zanahorias con un nombre más llamativo (casi de fantasía), los comensales se servían más frecuentemente el vegetal que en aquellos días en los que se etiquetaba de forma básica o incluso en aquellas ocasiones en las que se resaltaban sus atributos nutricionales. 

Asimismo, no encontraron diferencias significativas entre aquellas ocasiones en las que la etiqueta solo decía el nombre del vegetal comparado con aquellas ocasiones en las que se resaltaron sus atributos saludables, lo que parece indicar que cuanto más énfasis hacemos en las propiedades saludables, se produce un efecto bumerang que disminuye el entusiasmo a “querer comerlos” con lo cual se estaría dando un vuelco de 180 grados a las estrategias utiizadas por años, donde se apelaba al criterio y buen juicio de los comensales.


En casa ¿Cuántas panquecas tipo Hulk (por aquello de teñirlas de verde con espinaca) has servido con éxito en casa? 

Estas estrategias han sido confirmadas en cientos de hogares y dan cuenta de cómo un simple nombre puede hacer la diferencia. Cámbiale el nombre y seguramente cambiará la actitud frente al plato!  

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