Del 23 al 29 de
octubre de 2016 se celebra
la Semana internacional de Prevención de la intoxicación por plomo, con énfasis
en la prohibición del plomo en las pinturas.
Aunque la intoxicación por plomo
es totalmente prevenible, según las estimaciones del Instituto de Sanimetría y
Evaluación en 2013 la exposición a ese metal provocó 853 000 muertes.
El plomo es un metal tóxico presente de
forma natural en la corteza terrestre. Su uso generalizado ha dado lugar en
muchas partes del mundo a una importante contaminación del medio ambiente, un
nivel considerable de exposición humana y graves problemas de salud pública.
Preocupa especialmente la influencia de la
exposición al plomo en el aumento del número de niños con discapacidad
intelectual.
Aunque el problema es bien conocido y
muchos países han tomado medidas al respecto, la exposición al plomo, sobre
todo en la infancia, sigue siendo un problema importante para los profesionales
sanitarios y los responsables de la salud pública.
Las personas pueden verse expuestas al
plomo en sus puestos de trabajo o en su entorno, principalmente a través de la
inhalación de partículas de plomo generadas por la combustión de materiales que
contienen este metal (por ejemplo, durante actividades de fundición, reciclaje
en condiciones no seguras o decapado de pintura con plomo, o al utilizar
gasolina con plomo) o la ingesta de polvo, agua o alimentos contaminados (por
ejemplo, agua canalizada a través de tuberías de plomo o alimentos envasados en
recipientes con esmalte de plomo o soldados con este metal).
Aunque la cantidad de plomo presente en
los alimentos es mínima, no es nula. Las principales fuentes de exposición a
este metal son los cereales, las verduras y el agua del grifo, ya que es
resistente a la acción de este elemento. Su acumulación en el organismo durante
años y sus efectos nocivos para la salud, como la esterilidad, alteraciones en
el riñón o gástricas, son los principales problemas que derivan de su consumo.
Los niños de corta edad son
particularmente vulnerables porque, según la fuente de contaminación de que se
trate, llegan a absorber una cantidad de plomo entre 4 y 5 veces mayor que los
adultos.
Por si esto fuera poco, su curiosidad
innata y la costumbre, propia de su edad, de llevarse cosas a la boca, los hace
más propensos a chupar y tragar objetos que contienen plomo o que están
recubiertos de este metal (por ejemplo, tierra o polvo contaminados o escamas
de pintura con plomo).
El riesgo es aún mayor en personas que
padecen de un trastorno mental conocido como “pica” (ansia persistente y
compulsiva de ingerir sustancias no comestibles), que pueden arrancar, y luego
tragar, por ejemplo, escamas de pintura de las paredes, los marcos de las
puertas o los muebles.
Una vez dentro del cuerpo, el plomo se
distribuye hasta alcanzar el cerebro, el hígado, los riñones y los huesos, y se
deposita en dientes y huesos, donde se va acumulando con el paso del tiempo. El
plomo almacenado en los huesos puede volver a circular por la sangre durante el
embarazo, con el consiguiente riesgo para el feto.
Los niños con desnutrición son más vulnerables
al plomo porque sus organismos tienden a absorber mayores cantidades de este
metal en caso de carencia de otros nutrientes, como el calcio.
El plomo tiene graves consecuencias en la
salud de los niños. Si el grado de exposición es elevado, ataca al cerebro y al
sistema nervioso central, pudiendo provocar coma, convulsiones e incluso la
muerte. Los niños que sobreviven a una intoxicación grave pueden padecer
diversas secuelas, como retraso mental o trastornos del comportamiento.
Se ha comprobado además que en niveles de
exposición más débiles sin síntomas evidentes, antes considerados exentos de
riesgo, el plomo puede provocar alteraciones muy diversas en varios sistemas
del organismo humano. En los niños afecta, en particular, al desarrollo del
cerebro, lo que a su vez entraña una reducción del cociente intelectual,
cambios de comportamiento –por ejemplo, disminución de la capacidad de
concentración y aumento de las conductas antisociales– y un menor rendimiento
escolar.
La exposición al plomo también puede
causar anemia, hipertensión, disfunción renal, inmunotoxicidad y toxicidad
reproductiva. Se cree que los
efectos neurológicos y conductuales asociados al plomo son irreversibles.
Un hecho alentador es que la supresión
paulatina de la gasolina con plomo en la mayoría de los países ha contribuido a
reducir considerablemente su concentración sanguínea en la población.
En vista de que la pintura con plomo
sigue constituyendo una importante fuente de exposición en numerosos países, la
OMS ha unido fuerzas con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente con el fin de crear la Alianza Mundial para Eliminar el Uso del Plomo
en la Pintura. Esta iniciativa tiene por finalidad concentrar y catalizar los
esfuerzos desplegados para alcanzar los objetivos internacionales de prevenir
la exposición de los niños al plomo a través de pinturas que contienen ese metal
y minimizar el riesgo de exposición ocupacional a las mismas.
El objetivo general es promover la
eliminación gradual de la fabricación y venta de pinturas que contienen plomo
y, con el tiempo, eliminar los riesgos a ellas asociados.
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